Migración: Experiencia vs expectativa.
Durante lo que va del 2015 la migración de centroamericanos que cruzan por territorio mexicano no se detiene. Como sabemos, el tránsito de estos por México suele ser tortuoso; durante su éxodo, el miedo, el desamparo, el temor, la indefensión, la preocupación y la vulnerabilidad son características de estos migrantes, que cruzan el país en el desamparo de las autoridades y con el riesgo de sufrir toda clase de vejaciones e incluso la muerte. Si en general se conoce tal situación, ¿Por qué será que aunque los migrantes saben de los infortunios a los que se pueden enfrentar durante su viaje por México (pues muchos de ellos ya han emigrado antes), deciden aventurarse de nuevo? En referencia a esto, quiero destacar algunos puntos que trate en un artículo publicado en la Revista Temas de Nuestra América (No. 56), de la Universidad Nacional de Costa Rica, a finales del año 2014.
En primera instancia y apelando a las diversas posturas teóricas, podríamos hablar de que los migrantes deciden aventurarse de nuevo por el diferencial de salario existente entre su lugar de origen y el de destino; también, por la cultura migratoria que se ha ido consolidando y de la que están rodeados; e incluso por las redes migratorias que han ido conformando, donde gracias a los lazos de amistad y parentesco se puede llegar a disminuir los costos en el lugar de destino y facilitar la inserción laboral. No obstante, lo que más interesa destacar es lo relacionado al binomio: experiencia-expectativa.
El caso del guatemalteco Iván Miranda Ballesteros, quien antes de emigrar había estado en dos ocasiones en Estados Unidos (una en 1986 por un año y otra desde 2008 hasta 2010) y el del hondureño Quintín López, quien fue secuestrado en Tamaulipas en el 2006, nos demuestran que el señuelo del American Dream es tan fuerte, que poca resonancia tuvo en su(s) memoria(s) las malas experiencias y vejaciones que les sucedieron.
Por el contrario, al momento de valorar la posibilidad de aventurarse de nuevo hacia Estados Unidos, -además de su situación de precariedad- fueron sus recuerdos positivos los que intercedieron y tuvieron mayor impacto en la decisión.
Es decir, las expectativas tienen tal potencia que las malas experiencias se ven opacadas y minimizadas. Es tan fuerte y esperanzadora la expectativa que les da fuerza de voluntad para aventurarse por México, aun cuando saben que es arrojarse al matadero. Por todo ello, consciente o inconscientemente, los migrantes buscan fundar una nueva experiencia, lo cual sucede cuando se pronostica algo y no sucede: es entonces cuando la ruptura de un horizonte de expectativa funda una nueva experiencia. Al final de cuentas, no existe ninguna historia que no haya sido constituida mediante las experiencias y esperanzas de personas que actúan o sufren.
En otros términos, en ocasiones, por más nefastas que hayan sido las experiencias, las expectativas (por alcanzar una vida mejor) tienen tal potencia que las primeras se ven minimizadas. Así, asumiendo que la experiencia es un pasado presente cuyos acontecimientos han sido incorporados y pueden ser recordados, la expectativa se ve envuelta entonces por sentimientos de esperanza y a la vez temor; deseo y voluntad, inquietud, análisis racionales y curiosidad.
La experiencia nos muestra que las penalidades a las que están expuestos estos centroamericanos son diversas y en pocos casos un migrante llega a su destino sin haber sido objeto de algún agravio. A su paso por México, el migrante va con miedo por lo que le han contado, lo que ya ha vivido o visto: por sus experiencias personales, por las ajenas, y por la (in)pronosticable expectativa. Muchos simulan que están en calma, cuando en realidad saben que no es seguro incluso que lleguen con vida a sus destinos. Asistimos, entonces, a un fenómeno complejo y de actualidad, que con base en los testimonios de los entrevistados podemos afirmar que los migrantes centroamericanos están rodeados por un vasto pasado de experiencia teñido por la vulnerabilidad, la indefensión, la violencia y la precariedad de recursos que impera en sus lugares de origen. Y por otro lado, de una expectativa donde la esperanza, los deseos, la voluntad, la curiosidad y el temor, pero sobre todo, el señuelo de una vida mejor allende el Río Bravo, les da fuerza en la búsqueda de una vida digna y les provee de la pujanza para tratar de fundar una nueva experiencia y librar el desencanto mexicano.