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¿Se puede combatir la violencia con violencia?

El mundo está lleno de bondad y de maldad: lo ha estado, lo está y siempre lo estará. (Philip Zimbardo, en el efecto Lucifer)

Antecedentes

Solemos pensar que la semilla de la violencia se encuentra fuera de nosotros y estamos exentos de ella. Sin embargo, un primer acercamiento a este fenómeno bien valdría por reconocer nuestro lado de maldad, tenemos un Dr Jekyll y un Mr Hyde.

Hacer consciente lo inconsciente no es nada sencillo, pues se requiere la valentía: “el propio juez por su casa empieza”. Un secuestro emocional (Goleman, 2012) puede desencadenar nuestra violencia: una falta de autocontrol, un evento inesperado, la protección de un ser querido, la defensa contra un animal fuera de control o incluso un ataque de celotipia, pueden desencadenar nuestros pensamientos más abyectos.

La violencia como fenómeno multifactorial tiene muchos matices y dependiendo del ángulo de observación se manifiestan como en un cubo rubik una serie de caras en donde al mover una sola, las demás toman otra forma. Mutan, se vuelven más complejas, al observar una parte dejamos de observar el todo. Y, en esta visión cuántica todos los lados cuentan, incluyendo el interior del cubo, podría llamarlas: estructuras, procesos y productos. Los esfuerzos de las ciencias sociales y las estrategias multidisciplinarias de trabajo, se unen hoy día para comprender mejor los hechos relacionados con la violencia. El presente texto, no es una visión exhaustiva, solo presenta algunos ángulos de esta realidad compleja (Barrera, 2014).

Los esfuerzos de las ciencias sociales y las estrategias multidisciplinarias de trabajo, se unen hoy día para comprender mejor los hechos relacionados con la violencia.

Las neurociencias hoy en día analizan la violencia con un enfoque multidisciplinario. La interacción social influye en el cerebro y el cerebro influye en la interacción social. Y, se vale de técnicas como: el electroencefalograma, la resonancia magnética funcional, la electroencefalografía magnética, y las HPLC (Cromatografías líquidas de diversos tipos). Lo cual permite ver la realidad de forma diferente y en consecuencia interpretarla de forma distinta.

El camino de la agresión y la violencia

El ser humano es, al parecer la especie más agresiva y cruel que ha poblado la Tierra: no hay otro animal que mate a miembros de su propia especie de modo tan sistemático como lo hace el hombre (Sangrador, 1982).

La agresión es cualquier forma de conducta que pretenda dañar o lastimar a alguna persona, a uno mismo o a un objeto (Franzoi, 2003).

Se asocia una conducta agresiva cuando se cumplen varios requisitos:

  • Que se trate de una conducta cuyo objetivo es dañar a alguien.

  • Que el individuo a quien se intente dañar desee evitar el daño.

  • Que se trate de una conducta socialmente definida como agresiva.

Existe una larga historia en la Psicología Social –y también en la psicología general- que distingue entre dos “tipos” de agresión: Instrumental y hostil (Geen, 1990).

La agresión instrumental es el uso intencional de la conducta dañina para alcanzar alguna otra meta (asaltar a una persona para quedarse con su dinero, quitarle la torta al compañero de la escuela). Como regla general, los actos agresivos realizados con el objetivo de obtener beneficios materiales, psicológicos o sociales encajan todos con la definición instrumental. La agresión hostil es desencadenada por el enojo y la meta de la conducta intencionalmente dañina, es simplemente causar daño o la muerte a la víctima (Franzoi, 2003).

Una visión del cerebro a través de las Neurociencias

Las carreras científicas, ya no se centran en una única disciplina. El enorme volumen de información, fruto del acelerado avance científico y tecnológico de las últimas décadas, ha hecho que las disciplinas no puedan salir adelante si no cooperan unas con otras. La ciencia cada vez integra más conocimientos y es más predictiva. Existe una necesidad ineludible de investigar desde un enfoque multidisciplinar (El reto de investigar en equipo, 2013).

Hoy sabemos que los cerebros de personas agresivas presentan descargas eléctricas anormales en zonas muy específicas y niveles elevados de testosterona (Nicolini, citado en Brice, 2000). Los adolescentes violentos, reaccionan con miedo y pierden la capacidad de razonamiento y autocontrol lo que se traduce en un conflicto entre la amígdala cerebral y la corteza prefrontal (Castro-Pera, 2007).

Un estudio de estilos agresivos usados por los adolescentes de Finlandia encontraron que agresión verbal (por ejemplo, gritar, insultar, decir apodos) es la más usada por niños y niñas. Los niños despliegan más agresión física (golpear, patear, empujar), mientras que las niñas utilizan formas más indirectas de agresión (chismear, escribir notas crueles acerca del otro, contar historias malas o falsas) (Björkqvist, 1992).

El neurólogo Jonathan H. Pincus (2013) ha encontrado que en asesinos seriales se presentan tres componentes básicos: abusos, daño cerebral y enfermedad mental. Puede existir un tumor, un traumatismo por accidente o golpes, o una disfunción del lóbulo frontal y la persona no puede razonar y no puede controlar sus impulsos. El abuso puede ser una crianza con maltrato y severa, en donde pueden haber presenciado crímenes o escenas atroces, también puede estar presente el abandono. Las lesiones cerebrales y las enfermedades mentales son la pólvora y los abusos en la infancia encienden la mecha de los asesinos seriales. El psiquiatra Michel Stone ha llegado a las mismas conclusiones que Pincus.

Luego entonces, la estructura cerebral, que depende mayormente de la genética, no siempre es determinante para que un individuo sea violento, ya que el entorno puede asimismo modificar su estructura, en la plasticidad cerebral, en lo bueno y en lo malo.

El papel de la teoría del Aprendizaje Social

La teoría del aprendizaje social tiene un enfoque distinto de las posturas instintivas (frustración-agresión) con respecto a la agresión. Rechaza la idea de que la conducta agresiva sea innata. Y, trata de especificar cómo aprenden las personas la conducta agresiva, y cuáles condiciones sociales producen y mantienen la agresividad.

Esta teoría afirma que la conducta social se aprende principalmente mediante la observación e imitación de las acciones de los otros, y en segundo lugar, al ser directamente recompensados y castigados por nuestras propias acciones (Franzoi, 2003). Bandura señala que las personas aprenden cuándo agredir, cómo agredir y contra quién agredir (Bandura, 1979; Bandura y Walters, 1963).

Los teóricos del aprendizaje social han sugerido que las conductas agresivas son aprendidas por medio del refuerzo y la imitación de modelos agresivos (Bandura, 1973). Las personas podrían recibir refuerzos o recompensas por su conducta agresiva de diferentes formas: de forma directa o indirecta.

El aprendizaje social o vicario se refiere a la adquisición de nuevas conductas por medio de la observación y la imitación. Se aprenden, por tanto, nuevas conductas siguiendo los modelos vistos en otras personas (en casa, en la escuela, en los medios, en la red) con las que se identifica el que aprende, sin necesidad de práctica. De esta manera podrían aprenderse observando e imitando conductas de personas violentas que sirven como modelo, pero también podrían aprenderse mediante el trauma por sustitución o trauma vicario.

La paradoja de combatir la violencia con violencia.

Dentro de la psicología podemos identificar dos conceptos opuestos uno llamado “fatiga por compasión” y su opuesto “trauma por sustitución”. Ambos asociados con el estrés crónico y su afectación con dejar de sentir empatía por los demás o sentir una empatía solidaria.

La fatiga por compasión es, considerada como un estrés tipo burnout en donde el cuidador le falla la empatía por el dolor del paciente, se despersonaliza, se siente desmotivado, insatisfecho y refleja un pobre rendimiento en sus labores.

Así, el cuidador deja de sentir empatía por alguien que tiene un dolor profundo, entendiéndose éste como sufrimiento físico, psicológico social y espiritual, el cual necesitaría en la misma proporción entender el terapeuta o cuidador.

Los mecanismos neurobiológicos implicados en el proceso empático sugieren que se desencadena por mecanismos de imitación que hacen aparecer en quien observa emociones similares.

Muchos profesionales de la salud e incluso cualquier persona, después de escuchar el dolor y el sufrimiento de otros no solo experimenta el deseo de ayudar y solidarizarse con las personas que han sido víctimas de algún acontecimiento traumático (robo, pérdida de un ser querido, guerra, abuso sexual, violación, agresión, bullying, etc.) en muchas ocasiones termina sintiendo los mismos síntomas emocionales o síntomas parecidos experimentados por las víctimas.

Puede observarse algunas veces en grupos de apoyo psicológico, en donde los profesionales terminan por experimentar a nivel empático las mismas sensaciones traumáticas de los pacientes, cuando entienden su marco emocional de referencia.

Esto se asocia con el término “trauma por sustitución” (del inglés vicarious trauma), una especie de trauma solidario, que según el doctor Joseph Boscarino, profesor e investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Temple en Florida, en los ámbitos o ambientes laborales tiende a fusionarse con el burnout. Por otro lado, Jorge Álvarez Martínez, jefe del Programa de Intervención en Crisis de Víctimas de Desastres Naturales y Socio organizativos de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala que esta designación proviene del término conductista “aprendizaje vicario”. En palabras simples, significa que algunas víctimas indirectas presentan la misma sintomatología cuando observan lo que les sucede a otras personas (Guerrero, 2011).

Se ha observado también que si una persona presenta estructuralmente daños en el córtex somatosensorial derecho, existe una deficiencia en la autoconciencia, así, como en la empatía, es decir, la conciencia de las emociones de los demás. Por otro lado, la empatía depende así mismo de otra estructura del hemisferio derecho, la ínsula o córtex insular, un nodo de los circuitos cerebrales que detecta el estado corporal y nos dice cómo nos sentimos, por lo cual determina decisivamente cómo sentimos y comprendemos las emociones de los demás (Goleman, 2012).

En un acto de agresión o de violencia, si nos ocupamos empáticamente de lo que sienten o piensan las víctimas de las agresiones, de forma indirecta o vicaria puede cambiar nuestra forma de interacción, y más aún si pensamos que ese tipo de actos pudieran experimentarlos nuestros seres queridos más vulnerables como nuestros hijos o hermanos pequeños, nos haría más conscientes no solo de nuestro propio grado de maldad, sino también del daño vicario hacia otros.

Actualmente mediante una investigación piloto que hemos llevado a cabo, en el área de psicología social en la Universidad Autónoma Metropolitana, mostramos imágenes violentas de la televisión comercial en México a estudiantes preparatorianos y los hacemos reflexionar sobre las consecuencias que sufren las víctimas de agresión así como los diferentes tipos de agresión que se muestran, haciendo parecer muchas de estas escenas en su producción original, como “violencia feliz”.

El resultado ha sido que mediante una escala en donde medimos la intención de cometer actos violentos (violencia psicológica, violencia física, violencia sexual, violencia económica y violencia patrimonial), los índices de intencionalidad de la violencia baja cuando les hacemos ponerse en el lugar de la víctima, mediante el aprendizaje social cognoscitivo ocupando el lugar de quien recibe la agresión (trauma por sustitución) y los resultados indican que estos grupos de reflexión pueden bajar la intencionalidad de la práctica de la violencia en los jóvenes. Ahora, el siguiente paso es buscar instituciones que estén interesadas para llevar a cabo este tipo de proyectos a nivel masivo.

Por lo tanto, se puede combatir la violencia con la violencia a través de los grupos de reflexión tendientes a crear conciencia de los efectos de la violencia feliz en otros, mediante el aprendizaje vicario por sustitución.

La importancia de realizar este tipo de foros de discusión y concientización con los adolescentes radica en que los aprendizajes “buenos” (tener mejores hábitos de estudio) o malos (consumo de drogas o la práctica de conductas violentas) que ellos utilicen más en este periodo, se quedaran para su vida adulta, pues experimentan a nivel cerebral una poda neuronal, y solo las sinapsis que se fortalezcan se mantendrán más adelante (Barrera, 2012 ).

Bibliografía

Bandura A. (1973) Aggression: A social learning analysis. Englewood Clifts, NJ: Prentice-Hall.

Bandura A. (1979) The social learning perspective: Mechanism of aggression. In H Toch (Ed), Psychology of crime and criminal justice, New York: Holt, Rinehart

Bandura A. & Walters R. H. (1963) Social learning and personality development, New York, Holt, Rinehart

Barrera, J., (2012). ¿Por qué los adolescentes son rebeldes?. Recuperado el 9 de marzo de 2014 de: http://www.atencionpsicologica-mx.com/-/Articulos/adolescentes_rebeldes.html

Barrera J.A. (2014) Un caleidoscopio de la violencia, Revista El Cotidiano (México) Núm 186, Julio-Agosto, Año 29, Editor Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco (En prensa).

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